

La trágica vida de la reina de Escocia, María I, discurrió por varios escenarios europeos: infancia en Francia, donde fue educada desde los cinco años; reinado en el país escocés, donde las intrigas contra su persona fueron continuas; y casi veinte años de cautiverio en Inglaterra, donde fue ejecutada en 1587, con 45 años de edad.
Su historia es una pieza más en el complejo puzzle político europeo de aquella etapa convulsa, en la cual las principales potencias del Viejo Continente medían sus fuerzas, esgrimiendo la religión como arma.
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