

"La arquitectura móvil" de Yona Friedman, cuya teoría original se remonta a las décadas de los cincuenta y sesenta, y que sólo es conocida entonces por un limitado número de copias ciclostiladas, es desde la primera impresión de Casterman (1970), la obra primera de una afortunada bibliografía que cuenta con editores de la significación de la Unesco y del consejo de Europa.
Introductor del término "movilidad", Friedman desarrolla una tesis que alguien ha reputado como el más importante manifiesto de la arquitectura moderna después de la "Carta de Atenas" de Le Corbusier, y que, a la vuelta de cuatro quinquenios, es tan generalmente conocida como apreciada y discutida en medios donde el futuro del hábitat se contempla con inquietud pero con esperanza.
Las ciudades-puente y el París-espacial que las revistas especializadas han divulgado, propuestas por Friedman, pese a apariencias que estimulan la imaginación, nada tienen que ver con lucubraciones de fanta-ciencia, ni con divagaciones utópicas: el desarrollo técnico, racional, de nuestros días, las hace realizables.
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